El futuro de España
El futuro de España toma todas las mañanas un autobús escolar o recorre a pie un trayecto que simboliza el porqué de los esfuerzos cotidianos de millones de adultos. El futuro de España son esos niños y niñas que se deberían vestir todas las mañanas con una sonrisa y una mochila cargada de libros y promesas.
Quizá deberíamos caer en la cuenta de que en algún momento de nuestra vida todos hemos formado parte de ese grupo de seres en los que otros depositan la esperanza de un futuro mejor. Somos herederos de las ilusiones de generaciones enteras, de aquellos que soñaron un mundo mejor y distinto para nosotros y se agotaron (no todos claro) en el pluriempleo y las horas extra.
Los rostros de esos niños y niñas ha cambiado mucho en los últimos 20 años. Ya no es un rostro uniforme, ahora es más plural en algunos rasgos mínimos, color de la tez, forma de la órbita del ojo, color y forma del pelo (¿algo más?) tampoco es para tanto pero nuestra forma de enfrentarnos al conocimiento de la realidad agranda esas pequeñas diferencias hasta niveles increibles. En parte es la forma humana de conocer, pero si algo hemos aprendido como especie es a integrar lo diferente hasta hacerlo habitual.
Los rostros de esos niños y niñas ha cambiado mucho en los últimos 20 años. Ya no es un rostro uniforme, ahora es más plural en algunos rasgos mínimos, color de la tez, forma de la órbita del ojo, color y forma del pelo (¿algo más?) tampoco es para tanto pero nuestra forma de enfrentarnos al conocimiento de la realidad agranda esas pequeñas diferencias hasta niveles increibles. En parte es la forma humana de conocer, pero si algo hemos aprendido como especie es a integrar lo diferente hasta hacerlo habitual.
Estoy escribiendo esta entrada porque por diferentes motivos en las últimas semanas me he encontrado con documentos administrativos y profesionales que (sin mala intención o voluntad) caen en los estereotipos. En un número significativo de ocasiones, demasiadas para ser una mera casualidad, he visto como tratamos y denominamos extranjeros a personas y niñ@s que portan DNI y pasaporte español. Puede que le parezca un dato sin importancia, es posible que no tenga demasiada trascendencia, pero yo creo que hay que pensar en ello. Creo que este hecho lo que viene a significar es que nos resulta muy complicado, incluso a los profesionales, asumir que el rostro del futuro de España ha cambiado. Y no sólo porque ahora convivamos con millones de personas procedentes de otras latitudes sino porque después de muchos años, muchos de ellos son ya españoles. Se han nacionalizado, muchos renunciando a su anterior nacionalidad, otros compartiendo dos (como tantos españoles que fueron primero a esos países refugiados políticos o económicos, como hoy lo son los que vienen a nuestra tierra). Pero hay algo más. Muchísimos de sus hijos no sólo son españoles por nacionalidad sino por nacimiento. Muchos de ellos sólo han conocido las calles y tierras que compartimos. Y sin embargo, cuando los vemos por la calle, en las aulas, en las consultas médicas, allí donde estén, incluso en los informes profesionales, los vemos como extranjeros.
Permítame bajar el tono de la entrada, pero soy de una opinión que podría resumirse de la siguiente manera: ¡Houston, tenemos un problema! Y ese problema no es que ellos estén aquí sino de que todavía no nos hemos dado cuenta de que son nosotros.
Permítame bajar el tono de la entrada, pero soy de una opinión que podría resumirse de la siguiente manera: ¡Houston, tenemos un problema! Y ese problema no es que ellos estén aquí sino de que todavía no nos hemos dado cuenta de que son nosotros.
Un buen amigo especialista en inmigración hizo una pregunta en una charla en la que participé como público que me dio que pensar y que os propongo como ejercicio de autoanálisis: Decimos que no somos racistas, que somos acogedores, criticamos las políticas de inmigración y nos parece una barbaridad muchas cosas de las que vemos o conocemos por la prensa, pero ¿A cuantos inmigrantes tenemos no ya de amigos sino en nuestra agenda del teléfono? ¿Cuantos musulmanes, cuantos judíos, cuantos evangélicos? ¿Cuantos españoles de otros colores conocemos o juegan con nuestros hijos? ¿Cuando participamos en un cumpleaños de nuestros hijos o hijas participan los niños de otros orígenes o simplemente diferentes en los mismos? (no corresponde a esta entrada pero no puede dejar de señalar que este tipo de preguntas la podemos hacer extensiva a cualquier otro tipo de categoría social que tienda a excluirse ¿qué pasa con personas de otra tendencia sexual, personas de otro pensamiento político, etc?)
En los países de nuestro entorno se está hablando, lo cual no deja de ser una absoluta barbaridad, de inmigrantes de tercera e incluso cuarta generación, y se dice de personas que son nacionales de ese país desde hace varias generaciones. Luego vienen los disturbios, los problemas de integración social... Vamos camino de repetir los mismos errores, de hecho empezamos por no reconocer como parte de nosotros a estos niños. Estamos a tiempo de cambiar, de no cometer los mismos errores que otros han cometido antes que nosotros.
Esos niños y niñas distintos y plurales son nuestro presente y serán nuestro futuro, de como les tratemos dependerá el porvenir de nuestro país y de nuestros hijos (una expresión por cierto que debemos comenzar a imaginar de más colores). Según como lo hagamos será la sociedad en la que vivirán nuestros hijo@s.
Tengo familia en Argentina. Son españoles. Incluso venían aquí para que sus hijos nacieran en España. Son españoles. Hace unos 8 años, mi sobrina quiso vivir un tiempo en España. Cuando intentaba alquilar un piso llamando por teléfono, su maldito acento porteño le delataba. Siempre recibía respuestas negativas, lo siento, ya está alquilado. Cuando iba personalmente, su aspecto era de española total, pero su acento volvía a delantal. Podía "parecer" española, pero era completamente sudaca. No había pisos de alquiler para españoles tan raros.
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