Carta a una amiga
Querida Mariví:
Te escribo sabiendo que el género epistolar está de capa caída y
sabiendo, igualmente, que este escrito está destinado más a ser publicado en un
blog que a ser metido en un sobre con un sello en su parte delantera. Siento
añoranza por esos tiempos en los que la amistad obligaba a demorarse sobre el
papel y pensar un rato en los que apreciabas.
Leyendo un libro de una historiadora americana, Lynn Hunt, descubrí
que los derechos humanos tenían uno de sus antecedentes causales en el género
epistolar. En una carta hay necesariamente un yo y un tú. Sólo el
descubrimiento del otro pone en evidencia la fraternidad que nos une en los más
profundo.
Te escribo porque contigo me ha pasado una de esas extrañas cosas
que sólo pasan de vez en cuando, que trabajando en un proyecto social o
político, especialmente esto último, llegas a sentir la amistad por debajo o
por encima del proyecto. Espero que otros amig@s, si leen estas líneas, no se
sientan celosos porque la cosa no va con ellos.
Quizá el desencadenante de esta carta es que ya no vas a seguir en
tu puesto en las Cortes de Aragón. Es cierto que, gracias a todo, estas cosas
tienen su caducidad, pero esto no tiene nada que ver con el sentir de los
amigos que desearían seguir contando contigo allí.
Mira Mariví, conocerte ha sido en parte como volver a vivir los
tiempos felices de la infancia. Me recuerdas mi primer contacto con la montaña
aragonesa. Estoy hablando de Rasal, un pequeño pueblecito de la Hoya de Huesca
rodeado de montañas, un pueblo que cuando tomas conciencia geográfica de las
cosas sabes detrás de esa imponente fachada que se divisa cuando subes desde
Zaragoza y alcanzas Huesca capital. Me acuerdo de Rasal porque se que naciste
en un pueblo que no conozco pero que imagino parecido y porque se lo mucho que
amas tu tierra y tus gentes. Por cierto, me alegro de saber que creo formar
parte de ellas. Quizá también me acuerdo de las sensaciones vividas porque al
mismo tiempo que me acuerdo de ti y de esos pequeños pueblos y de las gentes
que resisten en ellos, me acuerdo de que una de las grandezas de los Servicios
Sociales en los que creo es que están al servicio de estas personas a las que
aprendí a respetar a la vez que respiraba el aire que ellos amaban.
Se que vas a seguir en la tarea y se que nos vamos a seguir
encontrando, pero como la sensación de cierre de etapa va alcanzando su climax
sentía que debía encontrar una forma de expresar mi agradecimiento, que se
común a muchos otros, por estos años de trabajo en común.
Viniste de fuera del ámbito de los Servicios Sociales pero has
vestido la camiseta como si fueras de la partida desde el primer día y eso
resulta de agradecer y te diré más, sorprendente, porque es mucho menos común
de lo que alguien poco avisado esperaría. No hizo falta convencerte de nada, lo
viste claro de un golpe y te has dedicado a ello de una forma que a los que
hemos estado cerca nos quedará para siempre en la memoria.
Pero esta no es una carta de despedida. En parte la he escrito
precisamente porque no lo es, en buena medida porque los humanos somos de
general tan…ingratos que somos incapaces de expresar sencillamente el
agradecimiento a un amigo.
Hasta mañana.
(Destinada a Mariví Broto, diputada del PSOE por Huesca en las Cortes de Aragón)
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