Empoderar o empoderarse

Hace ya unos años que escuché por primera vez la palabra "empoderar". Como lingüista me sonó como un ladrillo lanzado a la cabeza, como Trabajador Social me sonaba ambiguo. El término venía más a sustituir que a complementar otros que aparentemente se encuentran en el mismo campo semántico como pueden ser los de liberación o emancipación.

Poco a poco la palabra y el concepto que lo acompaña se han ido abriendo un hueco, lo cierto es que cada vez más grande, en el tejido social y especialmente en el ámbito de los Servicios Sociales y la Política Social. 

"Empoderar" es un préstamo del inglés "empower". La RAE en su avance de la vigésimo tercera edición propone incorporarla al Diccionario con el significado de: "Hacer poderoso o fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido".

Entiendo que la palabra funciona de forma distinta si lo utilizamos en un contexto psicológico que si lo hacemos en otro sociológico o político, me referiré siempre al segundo (no explicito más la diferencia por no hacer más larga la entrada)

En el contexto de la política social se le suele asignar a la palabra un contenido positivo, pero a poco que le demos profundidad a nuestra reflexión, nos damos cuenta de que "empoderar" implica la existencia de dos partes, una que da poder y otra que lo recibe. Alguien que tiene poder se lo da a alguien que no lo tiene.

En cuanto pongo en relación este concepto con las intuiciones que alimentan tanto la historia misma del Trabajo Social, como de la intervención social en general, y especialmente cuando lo pongo en el contexto de cualquier teoría mínimamente razonable de justicia social, lo que me salta a la vista es que sólo es aceptable el contenido de este verbo si lo hacemos reflexivo: "empoderarse".

Lo que le acabo de proponer no es una exquisitez filológica sino ética. Cualquier relación de ayuda debe establecerse siempre desde el respeto a la autonomía de la persona que va a ser ayudada y debe partir siempre de que el objeto de atención debe ser siempre que las personas (grupos y comunidades si se quiere) cojan en sus manos su vida y, en este caso, su poder. 

Las consecuencia de concebir el verbo o no en reflexivo es muy importante, podemos llegar a organizar procesos aparentemente empoderadores pero que convierten a las personas en dependientes de proyectos ajenos. No es algo nuevo en la Historia. Si es así, ni hay ni libertad, ni igualdad. Siempre habrá uno arriba y otro abajo (y es que este es el marco cognitivo del concepto que se esconde tras "empoderar"). En realidad con empoderar sucede lo mismo que con liberar o emancipar, que sólo cumplen realmente la función que les queremos asignar si los conjugamos en reflexivo: liberarse, emanciparse. Y por eso se habla de procesos de liberación o emancipación. Los protagonistas sólo lo pueden ser los sujetos que desarrollan el proceso, nunca los que lo puedan llegar a facilitar. Es una conquista, no una concesión.

El problema, desde mi punto de vista, es que empoderar empeora los problemas que ya tenían liberar o emancipar. Me parece mucho más claro liberarse o emanciparse que empoderarse porque los primeros ponen el acento sobre el valor que entiendo que nos debe servir de referencia: la libertad, que no es otra cosa que autonomía. En liberarse está claro que hay uno que domina y otro que es dominado y que esa relación de dependencia debe ser eliminada. Empoderarse sitúa el problema en el ámbito del reparto del poder, uno puede empoderarse y seguir existiendo a la vez relaciones de dependencia, desequilibrio en el reparto del poder. En una sociedad democrática las referencias son la libertad, la igualdad y la fraternidad, no el poder; el poder es una herramienta, un instrumento para conseguir buscar un modelo de convivencia social que nos acerque a nuestras referencias.

Liberarse (el conflicto está en qué entendemos por libertad) contiene conceptualmente empoderarse, pero no al revés; De hecho es concebible empoderarse y no ser libre, seguir siendo dependiente, incluso de los que pretenden empoderarte. El problema en nuestra sociedad desigual no es de poder, es de libertad.

Entiendo, además, que articular el verbo en reflexivo exige crear una estructura social, yo mantengo que  estatal, que garantice derechos entendidos como espacios de libertad. Articular el verbo en reflexivo es hablar de ciudadanía. Sólo en ese marco es posible establecer procesos de intervención que lo que deben buscar es crear las herramientas necesarias para que las personas accedan y aprovechen al máximo esos derechos o construyan otros nuevos. Estaríamos hablando, por ejemplo, de las tradicionales prestaciones de información y acceso, y de participación social, de las que se ha venido hablando tradicionalmente desde el Sistema de Servicios Sociales. En realidad no hay nada nuevo bajo el sol. Se trata, en todo caso, de recuperar lo olvidado por el camino, pero sin olvidar nuevamente otros elementos fundamentales.

Digo esto último porque en ocasiones vengo oyendo reflexiones que parecen que entienden que es posible empoderar sin crear derechos, sin prestaciones específicas que puedan ser reclamadas por las personas. Incluso que debemos dejar de reivindicar la construcción de Sistemas de Protección que creen derechos de ciudadanía para sustituirlos por procesos comunitarios de empoderamiento. Por mucho que empoderemos una comunidad o una persona si la estructura social sigue siendo injusta y no establece espacios sociales que generen ciudadanía, es decir, derechos que generan libertad e igualdad, nuestra intervención estará abocada a lo paliativo.



Comentarios

  1. La Big Society de Cameron aboga por el empowerment para que sean las comunidades las que con sus recursos endógenos generen sus propias dinámicas de autoayuda....el estado será agente facilitador de esos contextos, sin inmiscuirse en las mismas. Como dirían "hecho el concepto hecha la trampa"

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    1. Gracias por tu aportación. No había pensado en esta entrada en esta relación con el ultraliberalismo, pero ciertamente tiene conexiones.

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  2. Que acertadas tus palabras. Justo hoy que he vivido una experiencia en la que la figura de la trabajadora social se anulaba. Se quitaba importancia a que se desarrollen las funciones en el hogar de mayores, a costa de ir a otro servicio. Que también es imortante. Pero que se hagan así las cosas a golpe de teléfono. Y que no se pueda decir no. La trabajadora social se queda en el hogar. Por que ese es su sitio y la difusión directa del l programa cuidarte depende de ella y también los grupos de voluntariado que están en marcha. Perdona que aproveche tu espacio para deshaogar mi día de hoy. Y gracias por tu trabajo

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    1. Lo siento. Quedan meses complicados y ya veremos... Ánimo y gracias por tu aportación.

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  3. Perfecto Joaquín!!!! Por fin leo algo serio sobre este concepto que, como
    tantos otros, se ha manejado siempre sin reflexión. Ojalá lo lea mucha gente.
    Teresa Zamanillo

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    1. Muchas gracias por tu comentario Teresa. Viniendo de ti es, además, todo un halago.

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  4. Muy buena reflexión Joaquin. Me parece muy importante analizar el empoderamiento no solo desde el punto de vista de quien lo recibe sino también desde la visión de quien lo da. Pararse a ver que empoderamos y como lo hacemos. Tienes razón en tu "exquisitez ética": quien tiene poder y además la posibilidad de empoderar ha de cuidar como hacerlo. Si bien es cierto que sin una estructura social justa se hace diificil ejercitar el empoderamiento. Nos queda mucho por hacer.....Seguiremos compartiendo

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  5. Qué sorpresa, Joaquín! Buscando alternativas a ese término - que, "de saque", tampoco me entusiasma- para aplicarlo a las mujeres en espacios de decisión, descubro tu blog y leo tus interesantes reflexiones, que me siguen haciendo pensar... Te seguiré encontrando!
    Pilar Vicente

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    1. Me alegra igualmente reencontrarte. Nos vemos un día de estos en no digital. Y gracias por tu comentario.

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