Bases biológicas para la ética y la convivencia.

El hombre no es malo por naturaleza.
En la anterior entrada comentaba el libro de Raffaele Simone El Monstruo amable. Un libro que me ha gustado pero que contiene elementos que no me han convencido de sus análisis. Voy a entrar en uno de ellos.

Simone entra al final del libro en una reflexión que no comparto: El hombre es egoísta por naturaleza y eso hace que esté naturalmente inclinado hacia las posiciones políticas de la derecha.

Este punto de vista se inscribe es un debate que se prolonga a lo largo del tiempo pero que en cierta medida forma parte del conocimiento puramente mítico del ser humano. Nuestra cultura está imbuida del relato bíblico del Génesis sobre la maldad original del hombre. El hombre carga con un pecado original que lo orienta hacia el mal, es malo por naturaleza, sólo un camino de virtud religiosa pueden "salvarlo" para una vida futura eterna. 

En nuestro ámbito cultural la idea de la maldad original del hombre no se discutió hasta el surgimiento de la razón como concepto separado de la fe. De hecho Simone recuerda este debate. Para Rousseau el hombre era bueno por naturaleza, estaba llamado a las metas más altas. La ilustración supone, de hecho, la victoria de una visión optimista alrededor de la naturaleza humana.

Desde esta perspectiva Simone, descubriendo las lagunas filosóficas del origen ilustrado de la modernidad, se pasa al lado pesimista del debate. El problema de esta posición es que asume como cierto que todas las construcciones colectivas de la humanidad son una especie de milagro antinatural. Llevándolo al terreno que es central en este blog. El Estado de bienestar es antinatural. Lo natural es que cada uno se las arregle por su cuenta. Desde mi punto de vista todo esto son posiciones ideológicas que no tienen nada de natural.

El problema una vez más, desde mi punto de vista, es que creo sinceramente que este debate sobre si el hombre es bueno o malo por naturaleza debería superarse. Lo que es bueno o malo son los comportamiento de los seres humanos, no su naturaleza que simplemente es. Los humanos somos capaces de lo mejor y de lo peor. Y ahí está la historia, general y personal, para demostrarlo, no hay que ir mucho más lejos. A partir de los últimos avances en materia de neurociencia, de etología y de otras ramas del conocimiento científico se va llegando a la convicción de que plantear que el hombre nace bueno o malo no deja de ser absurdo. La ciencia ha ido configurando la base del conocimiento que explica nuestro comportamiento, en realidad sin llegar a agotarlo nunca. Los nuevos avances científicos arrojan luces sobre cómo es el hombre que explican cada vez mejor el origen de nuestras manera de proceder.

Portada del libro de Damasio
Antonio Damasio, un conocido neurocientífico, lo aborda claramente en los diferentes libros de divulgación científica que ha publicado. En el último Y el cerebro creó al hombre viene a reflexionar y proponer un posible origen de la conciencia humana (no de la conciencia en el sentido ético-religioso, sino en el sentido puramente psíquico) y las repercusiones de todo tipo que este hecho tiene en la cultura humana.

Ya Freud había aportado una intuición a principios del siglo pasado que daba al traste con esa dicotomía bueno/malo. El ser humano se guía por su propio ser natural por los principios de Eros y Tanatos. Placer y dolor. Búsqueda del placer y huída del dolor.

El ser humano es un ser intrínsecamente social. Sólo es si es en sociedad, con otros. Las experiencias de niños criados en la naturaleza vienen a demostrar que a ser humano se aprende en sociedad, con otros. En esa experiencia social las diferentes civilizaciones humanas han ido proponiendo convenciones alrededor de cómo han entendido que debía organizarse la vida humana. Han ido definiendo lo que es bueno o malo en cada momento.

Frans de Waal en su libro ¿Somos altruistas por naturaleza? (entrada en el blog aquí) ya señala que el hombre es a la vez competitivo y colaborador, es naturalmente así, al igual que lo son los animales con los que comparte la mayor parte de su genoma. En cada momento la cultura y nuestras decisiones políticas deberán determinar cómo debe ser nuestra convivencia. Pese a todas las dificultades el hombre ha sido capaz de avanzar muchísimo en el ámbito de la cooperación y la convivencia pacífica a lo largo de la historia.

En palabras de Damasio:
"En síntesis, la conciencia reflexiva no sólo contribuyó a desvelar mejor la existencia, sino que hizo también posible que los individuos conscientes empezaran a interpretar su condición y a actuar (...) Los avances culturales responden a una detección del desequilibrio en el proceso de la vida y tratan de corregirlo dentro de las limitaciones que impone la biología humana y las restricciones que dicta el entorno social y físico. La elaboración de reglas y leyes morales, así como el desarrollo de sistemas de justicia, son respuestas a la detección de desequilibrios causados por comportamientos sociales que hacían peligrar la vida del grupo y la de los individuos" (Damasio págs 436-437) 
En estos momentos puede parecer que las tesis más proclives a la competición entre los humanos, menos solidarios, triunfan en los espacios públicos. La victoria nunca será definitiva. El pesimismo no cabe en un análisis puramente real. Si queremos hacer un buen análisis de la realidad actual no podemos partir de ideas o análisis tan apriorísticos. No creo que el mundo o los humanos seamos ni de derechas, ni de izquierdas por naturaleza. Somos lo que somos y la ética la construimos y la refrendamos cada día. Nunca nada está fijo. Ese es el drama y la grandeza de la naturaleza humana.

De cualquier manera con Damasio puedo decir: "¿Y cual es el último talento que la conciencia ha concedido a los seres humanos? Tal vez la capacidad de navegar en un futuro por los mares de nuestra imaginación (...) la memoria templada por la sensibilidad personal, es lo que permite a los seres humanos imaginar el bienestar, tanto individual como social, e inventar las maneras y los medios para alcanzar y magnificar ese bienestar" (Damasio pag 443)

La reflexión de las ciencias humanas necesita apoyarse en todas las ramas del conocimiento. Debemos ampliar nuestra ambición en la aplicación del conocimiento. El futuro del conocimiento pasa por la hibridación de las diferentes disciplinas. El ámbito de los servicios sociales y del trabajo social, entre otras ramas del conocimiento humanístico, deben volver a sus orígenes y ampliar sus visiones. Tenemos que leer y aplicar ciencia. Ciencia de todo tipo.

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