No utilizarás el nombre de Bienestar Social en vano

Estos días de asueto y precampaña electoral he escuchado en la boca de un representante del gobierno que todos los recortes a los que han sometido al conjunto de sistemas de protección del Bienestar Social han sido hechos para garantizar la pervivencia y persistencia del mismo Estado de Bienestar.

Lo cierto es que como estamos acostumbrados a estas cosas ya ni te indignas. Una declaración más, en el mismo tono y de la misma forma que tantas otras. En términos algo más populares pero sin salir de la corrección en la que intento mantener el tono de este blog, podríamos decir que estamos ante una auténtica tontada (cuando pienso en la expresión tontada me la imagino pronunciada como lo hacía José Antonio Labordeta, enfantizando como sólo a él le salía las dos tés de la palabra).

Pero claro, el problema es que no es una tontada. Es mucho más serio. Digamos que el hecho de que el Gobierno tenga que seguir diciendo que los recortes son para defender el Estado de Bienestar contiene dos noticias, una buena y otra mala (como en los chistes clásicos, sólo que este tiene algo menos de gracia por no decir que no tiene ninguna)

La buena es que el concepto de Estado de Bienestar disfruta de tanto predicamento, de tanta popularidad, de tanta extensión en nuestro imaginario colectivo, que hasta los recortes que lo destrozan tienen que ser presentados, al menos cerca de las campañas electorales, como en su favor y su defensa. 

La mala es que de esta forma se malbarata y banaliza el concepto, se modifica su contenido. Al final resultará que todo es Estado de Bienestar, cualquier cosa. Lo que hace el programa ese de la telemendicidad de por la tarde en la 1, por poner un ejemplo, será el modelo de Estado de Bienestar al que nos encaminamos. Se me ocurre que puestos a subir la apuesta subastemos pobres por navidad en la tele o hagamos un Operación Triunfo de parados para repartir un puesto de repartidor de pizza a domicilio.

En realidad sobre Estado de Bienestar y Estado Social, lo mejor que he leído con muchísima ventaja, está escrito por Ignacio Sotelo en su libro, muy, muy recomendable: El Estado Social (entrada en este blog aquí) Según Sotelo lo que vivimos en Europa es un Estado Social. Para poder hablar de Estado de Bienestar tendriamos, en sus terminos, que estar pensando en una estructura estatal pensada para facilitar la igualdad y la justicia social. Lo que hemos construído en casi todos los países europeos, quizá exceptuando los nórdicos, cuyo modelo se conoce como socialdemócrata, serían modelos de Estado Social, cuya objeto u objetivo sería más humilde: garantizar un nivel de prestaciones sociales avanzado que mantenga unos mínimos de calidad de vida entre el conjunto de la población. Y este último modelo, al que llamamos popularmente de Bienestar Social, se caracteriza, necesariamente, por el cumplimiento a rajatabla de varios principios; se me ocurren, a bote pronto los siguientes: son públicos (de responsabilidad pública), universales y básicamente gratuitos (puede haber alguna excepción de copagos en algunos ámbitos pero que no pueden suponer nunca límites al acceso a las prestaciones de los sistemas y el cumplimiento de sus objetivos elementales)

El marco hacia el que nos encaminamos, el producido por los recortes que se han venido realizando los últimos tres años, atacan precisamente estos tres principios elementales. Se alejan no ya de los máximos deseables para el Estado de Bienestar, sino que rompen con los mínimos elementales de un Estado Social. Los recortes se han caracterizado, además, por una ausencia total de sensibilidad social, llegando incluso a negar los datos que las entidades sociales vienen denunciando cada vez más con mayor intensidad. Los sistemas no sólo se han externalizado, sino que la Administración Pública, el Estado, entiende que no es responsable de procurar esos recursos, que debe ser la propia sociedad quien los disponga, (hay muchas declaraciones que ilustran esta afirmación y varias entradas en este blog) han dejado de ser universales (muchos quedan sin atención y se procura la dualización social público-privado) y han dejado de ser gratuitas muchas prestaciones que, de esta forma, se convierten en una barrera al acceso universal, especialmente de las personas más débiles socialmente.

La intervención sobre nuestro Estado Social busca y provoca una sociedad ya no dual, sino dividida en tres grupos sociales: los privilegiados y los grupos sociales que los apoyan y se benefician parcialmente (alrededor del 10% de la población en términos utilizados por Vicenç Navarro), los que todavía no han entrado en situación de precariedad, pero están seriamente amenazados (los que tienen empleo fijo, algunos autónomos y pequeños empresarios) (su no precariedad pende de un hilo, como mucho de varios hilos, una modificación legal y ¡Zas!:salto de categoría), y el precariado (los parados, subempleados, los empleados cuyos ingresos no les permiten mantener una mínima dignidad de vida, y los empleados con condiciones laborales abusivas que te dejan todo el día en un ¡Ay!. Ese precariado y eso pre-precarios, se ven seriamente afectados por los recortes del Estado Social, especialmente los primeros, que al perder esta protección quedan todavía más al descubierto.

Decir que los recortes producidos lo son para defender y proteger el Estado de Bienestar es un sarcasmo, una broma de mal gusto o, aún peor, el truco de un trilero que nos pretende no ya vender gato por liebre, sino convencer de una falsa visión de la realidad.

Debe ser que aplican el criterio: si no puedes quitarles de la cabeza el concepto de Estado de Bienestar, cambia su contenido para que la palabra se acomode a lo que estás dispuesto a darles. Es más fácil y más barato.

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