Números y empatía

Los números tienen un efecto curioso. Dicen los entendidos en oratoria que el uso de un número en un discurso tiene un efecto arrollador. Los números tienen un poderoso efecto ancla que consigue captar la atención del oyente, consiguen que el contenido expresado en números quede alojado en nuestra memoria de forma más duradera. 

¿Será, como dicen algunos, que los números expresan la armonía cósmica a la que pertenecemos? Estupenda pregunta para el científico y el poeta que llevamos dentro. ¿No lo habéis pensado? Yo creo que los profesionales de los social, de la ayuda a los otros, nos movemos entre la poesía, ya que encontramos la belleza en los lugares más insospechados y la ciencia, ya que producimos conocimiento a partir del esfuerzo de transformación de la realidad, sea esta pequeña o grande. Algo que como detalla Miguel Miranda en De la caridad a la ciencia acompaña a los trabajadores sociales desde el inicio de la profesión.

Pero no es de esto de lo que quiero hablar. Los números también sirven para ocultar la realidad. Investidos del poder numérico podemos acabar olvidando a las personas concretas y no hay cambio ni transformación que no pase por la empatía concreta hacia la vida de los otros.

Soy de la opinión, eso explico en mi segundo libro que está en busca de editorial, de que todos disponemos de un botón de la empatía com-pasiva, que puede encenderse o apagarse. Los números pueden ayudar a apagar el botón. Fríos y distantes, como son (no se lo que opinarán los matemáticos de esta afirmación), pueden ser anulados, en la disputa política y gracias a los numerosos think tank puestos al servicio de los poderosos, siempre hay otros números, verdaderos o falsos (acuérdate de que han descubierto que los cálculos numéricos en que se basa la teoría austericida se han demostrado más falsos que una moneda de 6 euros) para desmentir la realidad que vemos y vivimos cada día.

Por eso, a menudo, es necesario volver la vista sobre las realidades concretas que viven las personas que nos rodean, aquellas a las que los técnicos de la ayuda en general y los trabajadores sociales en particular, hemos decidido dedicar nuestros desvelos profesionales, a los que nos obliga a mirar la ética profesional.

Está ética no está demasiado alejada de la que llevó a los obreros chicaguenses a reclamar la jornada de 8 horas en 1886. Nuevamente, como señala Miguel Miranda en el libro citado, nuestros orígenes profesionales no están tan lejos de ese espíritu transformador de la realidad.

Por eso en este primero de mayo quiero hacer con esta entrada un homenaje a los que han luchado por las transformación de la realidad, por la construcción de una sociedad justa, a las personas que no olvidan a las personas.

Os dejo con este video sobre el día a día de una persona con parálisis cerebral y sus familias. Espero que os encienda el botón de la empatía com-pasiva, que es el botón que nos impulsa a luchar por la justicia. ¡Viva el primero de mayo!


Comentarios

  1. Los números conservan algo de la magia de los antiguos arcanos, pero como todas las magias, tienen doble cara.
    Quizás la clave está en no perder de vista la realidad que nombran, cuantifican o agrupan.
    Saludos

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    Respuestas
    1. PIlar. Gracias por tus comentarios. Un saludo igualmente.

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