Extranjeros, extraños, exiliados

En los últimos meses hay una serie de autores que se me vienen encima, que aparecen citados, referidos en lo que leo; que te atacan desde los anaqueles de las librerías, en algunas conversaciones.

Los estoy leyendo poco a poco y sus pensamientos se remiten unos a otros como si un extraño hilo los uniera. De repente me he dado cuenta de que tienen una característica en común; de una forma u otra todos son exiliados, extranjeros, extraños para su tiempo y para sus contemporáneos. Todos se resistieron a dejarse llevar por el Zeitgeist (el signo de los tiempos) Fueron autónomos en su pensamiento y, probablemente por eso, se les tuvo al margen, se les apartó, se les criticó, se les olvidó.

Acabo de finalizar la lectura de un libro que recoge material diverso. Se trata de La sangre de la libertad (editorial la linterna sorda, web aquí),  una recopilación de cartas, artículos y discursos de Albert Camus. De Camus destaca la originalidad de sus posturas y el mantenimiento de su criterio propio contra las grandes tendencias intelectuales de la época que le tocó vivir. Francés nacido en Argelia fue siempre un extraño para el centro de la intelectualidad de su tiempo. Siempre vió las cosas de otra manera. El extranjero es en realidad el extraño, el que no sigue la corriente, el que piensa por si mismo, el que no hace lo que toca hacer. (Es muy de destacar y recordar la posición siempre favorable a la España antifranquista del autor, su apuesta por la España democrática en un momento en el que el conjunto de Occidente jugaba al maniqueísmo americanos/soviético)

Curiosamente Camus se escribió con otra de las autoras que más me están haciendo pensar estos meses: María Zambrano, que hace del exilio uno de los centros conceptuales de su pensamiento. Para poder volver a analizar el mundo es necesario desnacerse. El exiliado lo tiene más fácil porque siendo parte del país de acogida no deja de sentirse al margen porque no acaba de ser de allí. Esa posición en la linde del camino le permite vivir la realidad y a la vez tener un punto de vista parcialmente más distanciado; en suma, más adecuado para analizar lo que acontece.

Exiliados, extranjeros, emigrantes, fueron también otros autores a los que les estoy dedicando espacio en los últimos tiempos: Semprún, Picasso, Cortázar. Todos ellos vivieron momentos de crisis y alguno de ellos, ya no recuerdo cual, decía que las crisis son momentos en las que todos nos sentimos un tanto extraños, como extranjeros en el tiempo que nos toca vivir. Se trata de aprovechar la ocasión para desnacernos, para reinventarnos. De ellos estoy aprendiendo estas semanas que en realidad nuestra patria es el tiempo. Que construir nuestra propia persona exige no seguir acríticamente la corriente de moda, que ponernos sin más en la dirección que nos marcan puede ser cómodo, pero que los emplazamientos adecuados suelen estar en los lugares menos aparentes. Que hay que saber decir no cuando todos dicen sí. Que la vocación del ser humano es la de constuir su propia persona, por sí mismo, sabiendo que la mirada de los otros cuenta pero no basta.



Epílogo

No puedo dejar esta entrada sin compartir otra idea: buena parte de la historia de España del siglo XX se produce fuera de nuestras fronteras. A menudo nos hemos olvidado de eso e incluso hemos llegado a considerar a nuestros exiliados y/o sus obras como no propios, sin embargo no hay nada más propio que lo que llegaron a escribir y producir. Tenemos con ell@s la obligación de incorporarlos a nuestro acervo cultural.

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