Y van cuatro

Llevo cuatro años echando de menos al poeta. Me quedo corto, siento que sería injusto con mi recuerdo emocional si lo dejara así. Hecho de menos a Labordeta, a su poesía pero también a su persona. El mundo que vivo es peor sin su presencia. Se podría decir esto de muchas otras personas a las que he conocido, quizá se lo diga a todas de esta manera. No conocí personalmente a Labordeta, por eso lo llamo así, ni José Antonio, ni "el abuelo", para mí es, simplemente, Labordeta. No puedo echarle de menos en lo cotidiano, pero sí que le echo de menos en lo más íntimo, ahí donde más duele, seguramente porque sus poemas me conmueven con una fuerza inusitada y se que ya no podré disfrutarlos con él, que no habrá otros nuevos.

La muerte de un poeta es una tragedia porque se nos pierde una llave que nos conduce al otro lado. A una expresión distinta del ser. Algo que noto cada vez más necesario en medio de un mundo cada vez más prosaico, crudo y atento exclusivamente a las voces de los que gritan más alto. A menudo las verdades más importantes se dicen en los susurros de un poema.

Cuentan los que lo conocieron que Labordeta tenía una especie de necesidad de cantar con fuerza. Supongo que sentía que lo que cantaba eran cosas que cantar en voz alta, especialmente después de tantos años de silencios, quizá porque incluso después del silencio obligado vino la sordera colectiva hacia lo que no se quería oir, ya fueran verdades incómodas, ya fueran palabras disonantes con la realidad, con cualquier tipo de realidad.

Pero sus poemas tenían tanta fuerza por sí solos que pueden ser cantados con la voz bajita María José Hernández lo demuestra en un bellísimo disco con versiones de algunos de los poemas/canciones, menos conocidos de Labordeta: (menos conocidos para los que lo siguieron poco) Se titula "Las uvas dulces". Os dejo con el video de "Guardate"




Comentarios

Entradas populares de este blog

La izquierda necesaria. De Josep Ramoneda

Discurso y relato

Nómadas