Estudiar la historia porque somos historia

Es muy habitual que hayamos oído repetidamente la frase: "el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla". Solemos dar por buenas las frases que oímos repetidamente pero tampoco dedicamos demasiado tiempo a reflexionar sobre lo que quieren decir para nosotros. 

Toda esta parrafada viene al caso porque hace unas semanas acabé de leer un libro sobre Robespierre, ese personaje histórico del que sabemos tan poco pero al que tenemos indisociablemente unido a la imagen de una guillotina.

Se trata de una biografía. Debo reconocer que huyo como la peste de la novela histórica, pero cada vez más me gustan los ensayos sobre determinados momentos de nuestra historia y cada vez más me interesan las biografías y autobiografías. La biografía, si está bien enfocada, nos permite entrar en el escenario de determinados momentos históricos con los ojos de uno de los protagonistas. Permite ver los acontecimientos históricos desde lo concreto, verlos en perspectiva, de una forma que los libros generales de historia no pueden permitirse si no quieren fallar a su objetivo. 

Peter Mac Phee, el autor del libro que estoy comentando, lo hace con eficacia. Me atrapó el interés con facilidad, aunque debo reconocer que la época de la Ilustración y las revoluciones tanto francesa como americana forman parte de mis intereses desde hace ya un tiempo.

Si una idea me quedó clara con la lectura del libro es que de no ser por Robespierre, y otros como él, las ideas democráticas y republicanas que se desarrollaron en aquel periodo histórico, no habrían avanzado tanto como lo hicieron.

Hoy damos por descontadas muchas cosas que se fraguaron en aquellas fechas y que podrían haber sido de otro modo. La intervención decidida y el compromiso de muchas personas en la política de su momento hicieron avanzar la historia de la humanidad como no lo había hecho hasta entonces.

Robespirerre, sin duda, cometió serios errores, pero su figura ha sido oscurecida por los que fueron sus enemigos políticos, mayoritariamente los enemigos, a su vez, de las ideas revolucionarias y en muchas ocasiones de las radicales consecuencias de la aplicación de los valores ilustrados.

Los grandes ideales que resumen el pensamiento de Robespierre y que me parecen de obligado recuerdo para nuestros días son los siguientes:
  1. El objetivo de la sociedad es la felicidad de todos.
  2. Todos los hombres nacen libres e iguales en derechos, y no pueden dejar de serlo.
  3. El principio de soberanía reside en la nación; todo el poder emana y puede emanar únicamente de ella. 
Particularmente tengo la sensación de que estos principios que Robespierre escribió en una carta abierta en 1789 siguen formando parte del debate de ideas actual. Los grandes debates de la actualidad siguen rondando alrededor de cómo entender la igualdad y la libertad, sobre cómo concretamos el ejercicio de la soberanía popular, y sobre las formas en que debemos organizarnos para garantizar la felicidad de todos. Como en tiempos de la Revolución francesa hay algunos privilegiados que defienden sus intereses para impedir que estos criterios se hagan realidad o para que lo hagan en su beneficio. Quizá por eso Robespierre cobra hoy bastante actualidad. 

En realidad leyendo el libro no es que pensara que si no conozco nuestra historia esté condenado a repetirla. En muchas ocasiones, y como vengo defendiendo en lo que vengo escribiendo, en El cuarto pilar sin ir más lejos, seguimos enredados, con algunas diferencias lógicas, en los mismos debates en torno a los principales valores de la Modernidad y sus consecuencias en la organización de la convivencia.

Os dejo con las últimas líneas del libro:
"La Revolución francesa logró consolidar las promesas principales de 1789 (soberanía popular, gobierno constitucional, igualdad legal y religiosa, fin de los privilegios corporativos y del señorío) gracias a la reacción visceral y victoriosa de la República hacia sus enemigos en los años 1793 y 1794. Robespierre y el Comité de Salvación Pública hacían llevado a la República y a la Revolución a un lugar seguro. Su proeza fue monumental; también lo fueron los costes humanos. Pero cuando en 1974 la República ya estaba a salvo, Robespierre estaba enfermo, agotado, desquiciado y desesperado."

Comentarios

  1. Geniales reflexiones. Este post tuyo me ha recordado a uno que escribí yo a principios en mi blog. Aquí lo tienes para que le eches un vistazo por si no lo viste: http://www.israelhergon.com/blog/2012/12/sobre-aprendizaje-de-historia/

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por tus reflexiones, las dos. La que has escrito aquí y la de tu blog.

      Eliminar

Publicar un comentario

A continuación puedes dejar tu comentario sobre esta entrada.

Entradas populares de este blog

La izquierda necesaria. De Josep Ramoneda

Discurso y relato

Nómadas