Un baño de realidad en materia de dependencia. Tribuna. Aurelia Jerez Medina

Ayer ví en Facebook un escrito de Aurelia, una buena amiga (aunque sólo nos hayamos visto en persona unos minutos, pero las redes sociales tienen estas cosas), Su escrito describe su experiencia visitando a una amiga de juventud que como consecuencia de una enfermedad degenerativa está en situación de dependencia: María. 

El escrito de Aurelia me hizo pensar. En más ocasiones de las debidas los Servicios Sociales, sus profesionales, sus organizaciones, nos empeñamos en organizar las cosas de espaldas a las personas. Es probable que la empresa de la que habla el escrito de Aurelia tenga una acreditación, incluso es posible que tenga un sello de calidad, pero lo que es evidente es que organiza mal su logtística, que la lógica con la que organiza sus servicios perjudica el bienestar de las personas, que determinadas actuaciones, incluso suponiendo que puedan ser bienintencionadas generan sufrimiento (por no hablar de la ridiculez del servicio recibido en comparación con las necesidades reales). 

Esta entrada busca dos cosas, contribuir a denunciar la situación en la que están las personas en situación de dependencia y sus cuidadores/as, y proponer un tema de reflexión para todos los que, desde un responsabilidad profesional, tenemos en algún momento la responsabilidad de organizar servicios destinados a ayudar a las personas. 

Sea como sea, es mejor que leáis directamente el escrito de Aurelia a la que agradezco enormemente su autorización para la publicación de estas líneas.

Ayer fui a ver a María; María fue compañera mía de colegio y mi amiga ya en la adolescencia. Llevaba varios años sin verla, y aprovechando un viaje a mi lugar de origen, me acordé de ella. Sabía desde hace un par de años que estaba enferma, y que su enfermedad era degenerativa.
Sigue viviendo en la casa familiar, una casa en la que pasé muchas tardes de estudio y a la que acudía los fines de semana para buscar a mi amiga para salir a dar una vuelta. La visión de María cuando me abrió la puerta me impactó; yo la recordaba alta, delgada, guapa; y me encontré una mujer en una silla de ruedas, con cara amable y manos torcidas. La enfermedad sigue su curso, ya no puede andar, y sus manos no tienen fuerza ni para sujetar un vaso de agua. Nos abrazamos, y hablamos de nuestros recuerdos: los primeros novios, los amigos, los años que se fueron...
Me extrañó verla sola en su situación física, no entendía cómo podía desarrollar su día a día sin poder hacer nada por sí misma y en completa soledad. María se casó a los veintitantos, ya conocía la existencia de su enfermedad, por lo que decidieron no tener hijos; ya que no sabían durante cuánto tiempo podría tener fuerza para cuidar de unos hijos que tendrían necesidades y a los que no podría atender en condiciones. Ahora, con casi cincuenta años, siguen juntos; Paco sigue siendo su compañero, su confidente, su amante, su vida; pero también es mucho más: es su enfermero, sus pies, sus manos, su cuidador, y ella se siente culpable muchas veces de obligarle a llevar una vida supeditada a su bienestar. Pero Paco trabaja.
Me comentó que cuando ya no pudo valerse por sí misma solicitó una prestación de dependencia, y le concedieron la ayuda a domicilio. Tiene concedida una prestación de una hora diaria de ayuda a domicilio, que le sirve para el aseo y poco más. Llegado a este punto, María lloró; no de forma violenta o nerviosa, si no con ese llanto que sale del alma y que no se nota en la expresión de la cara, sólo dos grandes lagrimones corriendo por su cara. A María le lloraba el alma.
Una persona viene todas las mañanas a levantarla de la cama (Paco se va a las seis a trabajar), luego la baña, le pone el pañal y le da el desayuno. Hasta ahí todo normal. Hasta hace unos meses, la persona que iba a su casa era Silvia, una chica con la que se sentía a gusto y a la que trataba como a una amiga; pero hace unos meses que Silvia ya no viene. La empresa que le presta el servicio le ha dicho que ya no va a volver, que en su lugar ya hay otra persona y que irá rotando con otras profesionales de la empresa para evitar que las trabajadoras cojan cariño con la persona dependiente, y puedan llegar a perder la objetividad que le requiere su trabajo. A María la bañará siempre una persona extraña, le lavará el culo alguien a quien no conoce de nada. María se siente violada todas las mañanas, y mientras me lo contaba, las lágrimas seguían rodando por su cara.
Siente que es tratada como un objeto, que a nadie le importa cómo se siente, y que para los demás sólo es un mueble que hay que cambiar el pañal y mover de sitio varias veces al día.
Cuando me fui de su casa, algo me revolvía las tripas, por eso hoy, lo quiero contar. Es necesario que se conozca la situación por la que atraviesan nuestros familiares.
Todos sabéis que yo soy cuidadora de mi hijo, y sólo pensar en la situación de María me trastorna; no entiendo qué tiene de malo el cariño, la confidencia, un abrazo... Las personas en situación de dependencia son tratadas por las administraciones como meros objetos de prestaciones, y no como personas con sentimientos y necesidades afectivas, que ríen, lloran, tienen sueños, tienen vida.

 POR ESO HOY, MARÍA, VA POR TI.

Comentarios

  1. A ver por dónde empiezo: en primer lugar, la entrada es magnífica y el relato de Aurelia también. Dicho esto, a medida que la he ido leyendo me ha empezado a entrar una mala hostia importante porque María tiene toda la razón en sentirse mal y me parece que aquí hay meteduras de pata de todo tipo.

    Es más, me has dado tema para mi próxima entrada porque este relato de verdad, me ha impactado, me ha impactado porque, entre otras cosas, me dedico precisamente a prescribir ayuda a domicilio y me parece que hay detrás una mala praxis importante y varias cuestiones que hay que poner sobre la mesa.

    Enhorabuena, Joaquín. De verdad.

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    Respuestas
    1. Muy de acuerdo contigo. La mala praxis es evidente, pero no solamente en este nivel. Porque yo también me pregunto ¿Y en la Seguridad Social? ¿Qué somos? Números también.

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  2. Totalmente de acuerdo, pero todavía es más evidente en Centros de Día y residenciales. Los modelos de atención se centran en la organización del servicio, y las tareas de atención establecidas mediante rutinas y protocolos dejando de lado la autodeterminación, la capacidad de elegir, esto en muchos casos nisiquiera se contempla, el respeto a los deseos...o por lo menos tenerlos encuenta, ...es decir, centrar las atenciones en la PERSONA, no en el servicio. Los Modelos de atención centrados en la persona se acercan más a estos valores, se basan en buenas prácticas, pero implican unos cambios de gran calado en las organizaciones...y....visto lo visto...vamos en diercción contraria, aunque siempre podemos intentar promoverlos desde abajo, desde los propios servicios, planteando pequeños cambios en esta dirección, mejorando el bienestar de las personas, la calidad de los servicios, y difundiendo las experiencias.

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  3. No puedo dejar de comentar como profesional del servicio.
    Soy Trabajadora familiar desde hace varios lustros. Adoro mi trabajo y procuro que en el no falte la empatía el respeto y el cariño que considero imprescindibles para la buena realización de las tareas, pero ojo, no nos confundamos, somos profesionales no familiares.
    Yo entiendo que a los usuarios les cuesta mucho cambiar de profesional, sobre todo si les gusta, pero en mi opinión si ese usuario ve a la profesional como "alguien de la familia" es que algo se está haciendo mal.
    No podemos perder la perspectiva y a veces es difícil medir los límites.
    No podemos pretender que un profesional tenga,además de las cargas emocionales propias, que cargar con las que conlleva el trato con las 8 familias de media que visita diariamente. El riesgo psicosocial es elevado.
    Yo dirigiría la mirada hacia la formación de los profesionales. Cuando tengo un alumno en prácticas siempre le digo: Recuerda que estás tratando con una persona, no estás aderezando un pollo. Eso infelizmente no cala siempre. Aunque mucha gente ve este trabajo como un último recurso para gente sin formación esto no es así en absoluto. Infelizmente como en todos los sitios hay buenos y malos profesionales. Gente como yo que amamos lo que hacemos y sentimos que estamos haciendo un bien a la sociedad y gente que está en esto porque no sabe como ha llegado hasta aquí. Es triste pero es así.
    Más cuidado en la contratación de personal, mejor formación y por supuesto MAS TIEMPO para que las profesionales puedan hacer su trabajo con dignidad.

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