Pensar en Europa. De Jorge Semprún.
En este mismo blog ya he dedicado una entrada a este autor, y más en concreto a su libro La escritura o la vida.http://espacioservisoci.blogspot.com/2011/07/homenaje-jorge-semprun.html
Semprún es un autor poco conocido y valorado en España. Y sin embargo sus obras están, desde mi punto de vista, bastante por encima de la media. Es un magnífico escritor. Sus escritos están muy bien elaborados y sus análisis son verdaderamente agudos. Su experiencia vital, sus contactos con la mejor intelectualidad europea del siglo pasasdo ,le permitieron acercarse a la realidad desde una perspectiva distinta.
Semprún tiene editadas varias novelas y varios relatos autobiográficos (algunos críticos destacan especialmente estos últimos) El libro que es objeto de esta entrada del blog no pertenece a ninguno de estos géneros. Es un recopilación de discursos realizados por diferentes motivos entre 1986 y 2005.
Se que en principio el género del discurso tiende a "tirar para atrás" a no pocos lectores. Sin embargo, en el caso de Semprún, el género le proporciona un vehículo excepcional para permitir la transmisión de sus reflexiones y el lector puede seleccionar con libertad aquellos discursos que le parezcan más interesantes.
Personalmente lo he leído todo seguido, y no me arrepiento de haberlo hecho, algunos contenidos, no demasiados, se ven reiterados en varios discursos, pero en ocasiones el autor te sorprende con nuevas perspectivas inéditas de los mismos hechos o reflexiones. El libro se lee fácil, pero no es un libro fácil.
La mejor aportación de Semprún al tema que resulta central: Europa, es que él es probablemente uno de nuestros intelectuales más europeos. Como señala en algunos de sus libros autobiográficos aprendió alemán de niño y en el exilio, tras la guerra civil, hizo del francés una de sus lenguas. Es un escritor bilingüe, y de hecho varios de los discursos que forman parte de este libro fueron escritos originalmente en esta lengua. En Francia se le considera un autor propio. Semprún no sólo conocía estas lenguas como las podemos conocer algunos que las hemos estudiado y las utilizamos en viajes o en contactos de carácter más o menos laboral. Semprún vivió en estas lenguas, en sus culturas. "Mi patria no es la lengua, ni la española, ni la francesa; mi patria es el lenguaje. O sea, un espacio de comunicación social, de invención lingüísitica; una posibilidad de representación del universo, de modificarlo también..."(pag 146)
Conoció a lo mejor de la intelectualidad francesa, alemana y de no pocos otros países europeos, especialmente del este, un tierra a la que desde España miramos con distancia.Vivió los desastres de los dos grandes totalitarismos del siglo pasado desde sus entrañas y sobrevivió a la experiencia más lúcido. El balcón desde el que mira la realidad es lo suficientemente elevado como para cuestionarnos nuestra mirada de la realidad, especialmente europea.
Los españoles nos reconocemos como europeos de un modo relativamente acrítico, pero no solemos tener en cuenta la realidad conjunta de la Europa en la que vivimos. Es un faro que alumbra el camino, pero escasamente una realidad que hay que construir. Semprún da porqués y paraqués desde una perspectiva europeista profundamente experimentada.
Una de las referencias teóricas continuamente citadas por Semprún al hablar de Europa es un discurso emitido por Edmund Husserl, en Viena en 1935. Debe observarse el momento histórico en el que este intelectual judío, que había sido ya desposeído de su cátedra por ese hecho, pronuncia su discurso. En ese discurso pronuncia las siguientes palabras recogidas por Semprún:
Creo que resulta especialmente interesante esta reflexión. Sabe bién de que está hablando. En ese contexto mantiene que siempre han tenido razón los reformistas. Desde su punto de vista: "el síndrome del octubre rojo de 1917 ha tardado mucho en desvanecerse de la memoria colectiva de la socialdemocracia" (pag 185) Y creo que es cierto que de alguna manera, muchas visiones de la izquierda siguen prisioneras de la búsqueda de la claridad de los viejos catecismos, de la épica de los relatos antiguos, de las imágenes visuales y metafóricas de un pasado reciente.
Para Semprún la necesidad de la izquierda de elaborar una alternativa propia debe pasar por asumir que debe abandonar definitivamente los mitos pseudo-religiosos que germinaron en el totalitarismo soviético, aunque fuera desde posiciones relativamente distanciadas.
Para él (nuevamente utilizando palabras de Husserl):
"La democracia es el mejor métido, el más seguro y humano para trasformar la sociedad, para todos los que aspiran de verdad a esa trasformación, y no a una sustitución de una minoría por otra. Se puede admitir que la fuerza ayuda a este nuevo ordenamiento social, pero esta fuerza no puede ser sólo física o bárbara, sino que también tiene que ser legal, y ante todo tiene que ser la fuerza de las ideas" (311)
En su idea de Europa cabe un espacio para la relación Atlántica con EE.UU, país con el que compartimos los valores fundamentales de la razón democrática. Los nacionalismos europeos de derecha y la mayor parte de la izquierda, especialmente la española, mantienen una actitud de rechazo visceral ante lo norteamericano. Una actitud que ya se vivía en la Francia de entreguerras. Semprún cita a Marc Bloch y plantea que "se presente en un contexto ideológico o semántico de derechas o de izquierdas,(el antiamericanismo) es siempre el síntoma de un pensamiento débil. O vulgar. O ambas cosas a la vez. De un pensamiento precrítico, en cualquier caso. Es decir: posmoderno" (pag 80)
Rechazar cualquier idea que venga del otro lado del Atlántico por ser norteamericana es simplemente simple y ajeno a la razón a la que apelamos. Requiere el detenido escrutinio del pensamiento para valorar, asumir, rechazar o adaptar aquellas intuiciones que puedan servir para interpretar nuestra propia realidad y forma de hacer las cosas. Cosa que tampoco vendría mal al otro lado del Atlántico. Y esto porque "el americanismo, es el espejo, en ocasiones de aumento, deformante también, de nuestras propias realidades: de los problemas, de las esperanzas, de los fantasmas europeos también. De donde resulta que la crítica del americanismo, cuando no se halla al servicio de una simple defensa -legítima por lo demás- de una parcela de mercado amenezada, no es sino la muestra de una incapacidad para captar criticamente nuestras propias realidades europeas" (pag 80)
Evidentemente estas breves gotas del contenido del libro no agotan su lectura. He remarcado algunas as que me han parecido más interesantes, significativas o provocativas (del pensamiento). Leer y releer a Semprún, en este o alguno de sus otros libros, proporciona siempre un contraste con las propias opiniones. Las sorpresas que provoca justifican sobradamente su lectura.
Conoció a lo mejor de la intelectualidad francesa, alemana y de no pocos otros países europeos, especialmente del este, un tierra a la que desde España miramos con distancia.Vivió los desastres de los dos grandes totalitarismos del siglo pasado desde sus entrañas y sobrevivió a la experiencia más lúcido. El balcón desde el que mira la realidad es lo suficientemente elevado como para cuestionarnos nuestra mirada de la realidad, especialmente europea.
Los españoles nos reconocemos como europeos de un modo relativamente acrítico, pero no solemos tener en cuenta la realidad conjunta de la Europa en la que vivimos. Es un faro que alumbra el camino, pero escasamente una realidad que hay que construir. Semprún da porqués y paraqués desde una perspectiva europeista profundamente experimentada.
Una de las referencias teóricas continuamente citadas por Semprún al hablar de Europa es un discurso emitido por Edmund Husserl, en Viena en 1935. Debe observarse el momento histórico en el que este intelectual judío, que había sido ya desposeído de su cátedra por ese hecho, pronuncia su discurso. En ese discurso pronuncia las siguientes palabras recogidas por Semprún:
"La crisis de la existencia europea sólo puede tener dos desenlaces: o bien el declive de europa, convertida en algo ajeno a su propio sentido racional de la vida, la caída en el odio espiritual y la barbarie, o bien el renacer de Europa a partir del espíritu de la filosofía, merced a un heroísmo de la razón que supere definitivamente el naturalismo. El mayor peligro para Europa es el cansancio..." (pag 129)Para Husserl, tesis que asume Semprún, Europa es más un figura espiritual, que una realidad territorial. La idea de Europa es extraterritorial. Esa figura espiritual de Europa es producto de la Historia. No es el producto depurado de una idea filosófica, es un resultado de los largos siglos de enfrentamientos y amalgamas. Su origen se puede encontrar en la racionalidad griega, y en las aportaciones judeo-cristianas, latina y musulmana. Recientemente Europa se forja desde la lucha contra los totalitarismos nazi y soviético. A partir de ellos surge la idea de razón democrática que es la razón fundante de esa figura espiritual de Europa. Para Semprún.
"El combate por la democracia y por el permanente desarrollo de sus contenidos políticos y sociales no ha sido sólo un problema del siglo XX, sino que seguirá siéndolo del siglo venidero, cualesquiera que sean las formas concretas que adopte" (pag 184)En ese combate por la democracia entiende que las tesis tradicionales de las corrientes revolucionarias de la izquierda que esperaban, y, en ocasiones aún esperan, una crisis final del sistema capitalista no es real, no es real la perspectiva de un derrumbe, ni de un salto cualitativo de la historia.
Creo que resulta especialmente interesante esta reflexión. Sabe bién de que está hablando. En ese contexto mantiene que siempre han tenido razón los reformistas. Desde su punto de vista: "el síndrome del octubre rojo de 1917 ha tardado mucho en desvanecerse de la memoria colectiva de la socialdemocracia" (pag 185) Y creo que es cierto que de alguna manera, muchas visiones de la izquierda siguen prisioneras de la búsqueda de la claridad de los viejos catecismos, de la épica de los relatos antiguos, de las imágenes visuales y metafóricas de un pasado reciente.
Para Semprún la necesidad de la izquierda de elaborar una alternativa propia debe pasar por asumir que debe abandonar definitivamente los mitos pseudo-religiosos que germinaron en el totalitarismo soviético, aunque fuera desde posiciones relativamente distanciadas.
"Ha llegado el momento de que cambiemos de vocabulario, el gran momento de dejar de considerar el aventurerismo, la subjetividad idealista de los "grandes saltos adelante", la estrategia de la ruptura, el milenarismo de un más allá social, la Utopía, en definitiva, como una virtud de la izquierda, como una necesidad imperiosa para la izquierda...ha llegado el momento de reevaluar el sentido de los objetivos y de los valores de la izquierda...Sólo la práxis social orientada hacia los valores fundamentales de la razón democrática hallará respuestas sucesivas a todas esas preguntas...actuamos en la inmanencia histórica...ello nos obliga a liquidar conceptualmente todos los residuos de religiosidad que impregnaban todavía la teoría social de la izquierda. Pero si esta sociedad es un horizonte insalvable, en el estado actual de las fuerzas productivas y de las relaciones sociales, es asímismo invivible o injusta, para un buen número de sus habitantes. Por lo tanto es necesario modificarla. Pero modificarla en una perspectiva reformista. Reformista y radical, es decir concibiendo la reforma como un proceso permanente, constantemente renovable"
Semprún cree en la fuerza de la razón: "Después de Auschwitz, después de la muerte de Dios, en plena crisis de los valores de la Modernidad, el porvenir de la razón sólo puede construirse, aunque sea en situaciones históricamente diversas, por el camino de la razón misma. Razón crítica, dialogante y democrática" (pag 49)
Para él (nuevamente utilizando palabras de Husserl):
"La democracia es el mejor métido, el más seguro y humano para trasformar la sociedad, para todos los que aspiran de verdad a esa trasformación, y no a una sustitución de una minoría por otra. Se puede admitir que la fuerza ayuda a este nuevo ordenamiento social, pero esta fuerza no puede ser sólo física o bárbara, sino que también tiene que ser legal, y ante todo tiene que ser la fuerza de las ideas" (311)
En su idea de Europa cabe un espacio para la relación Atlántica con EE.UU, país con el que compartimos los valores fundamentales de la razón democrática. Los nacionalismos europeos de derecha y la mayor parte de la izquierda, especialmente la española, mantienen una actitud de rechazo visceral ante lo norteamericano. Una actitud que ya se vivía en la Francia de entreguerras. Semprún cita a Marc Bloch y plantea que "se presente en un contexto ideológico o semántico de derechas o de izquierdas,(el antiamericanismo) es siempre el síntoma de un pensamiento débil. O vulgar. O ambas cosas a la vez. De un pensamiento precrítico, en cualquier caso. Es decir: posmoderno" (pag 80)
Rechazar cualquier idea que venga del otro lado del Atlántico por ser norteamericana es simplemente simple y ajeno a la razón a la que apelamos. Requiere el detenido escrutinio del pensamiento para valorar, asumir, rechazar o adaptar aquellas intuiciones que puedan servir para interpretar nuestra propia realidad y forma de hacer las cosas. Cosa que tampoco vendría mal al otro lado del Atlántico. Y esto porque "el americanismo, es el espejo, en ocasiones de aumento, deformante también, de nuestras propias realidades: de los problemas, de las esperanzas, de los fantasmas europeos también. De donde resulta que la crítica del americanismo, cuando no se halla al servicio de una simple defensa -legítima por lo demás- de una parcela de mercado amenezada, no es sino la muestra de una incapacidad para captar criticamente nuestras propias realidades europeas" (pag 80)
Evidentemente estas breves gotas del contenido del libro no agotan su lectura. He remarcado algunas as que me han parecido más interesantes, significativas o provocativas (del pensamiento). Leer y releer a Semprún, en este o alguno de sus otros libros, proporciona siempre un contraste con las propias opiniones. Las sorpresas que provoca justifican sobradamente su lectura.
Enlace a las notas de la editorial sobre el libro.
http://www.tusquetseditores.com/titulos/ensayo-pensar-en-europa
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